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la mascota de tutú

viernes, 26 de noviembre de 2010
martes, 9 de noviembre de 2010
Historia de dos viejos amantes: ARQUITECTURA+MUSICA. De Rui Sousa Bastos
Por fin alguien resumió mi historia de amor preferida:
Promiscuidad? NO! Apenas Arquitectura.
" Las sospechas parecen confirmarse. La Arquitectura y la Música son amantes. Han compartido el mismo lecho desde siempre. Ya bien decía Goethe que la Arquitectura es la Música petrificada. O, inversamente, que la Música es la Arquitectura sonora."
Es curiosa la relación entre estas dos artes. Stravinsky, autor de La consagración de la primavera, escribió en sus Crónicas de mi vida que no es posible precisar mejor la sensación producida por la música que identificándola con la que provoca la contemplación del juego de las formas arquitectónicas; Siegfried Wagner, hijo del gran Richard del mismo nombre y nieto de Franz Lizt, osciló mucho tiempo entre la arquitectura y la música. Optó por la segunda y, al percatarse de la falta de puntualidad en sus óperas, pensó que tal vez había cometido un error grosero. O entonces, optó bien, y la arquitectura agradece, con deferencia.
La Matemática, fiel compañera de la Música e intérprete científica de ésta, conocía desde hace mucho tiempo la relación incestuosa entre la Arquitectura y la Música. Fue comprensiva. Condescendiente. Promiscua, hasta en el silencio de la denuncia.
Las otras artes, como la Pintura, Escultura, Literatura e incluso el Cine, séptimo hijo y mucho más joven que sus hermanas, compartían con las ciencias fundamentales, como la Física y la Química, el secreto del adulterio. No fueron pocas las veces en que se vieron, en grupos de dos, tres o cuatro, en algún local apartado e impermeable a oídos indiscretos, cuchicheando el escándalo de la traición.
La indignación mayor viene de la Literatura, que usaba el dominio más-que-perfecto de la palabra para lanzar sobre la mesa de conversación todas las confidencias que conocía. La Escultura raramente hacía comentarios y se distraía, repetidas veces, en la contemplación de la belleza de sus propias formas y en presencia majestuosa de su volumen; la Pintura, en gran parte de esos encuentros entre pares, repetía frecuentemente que le importaba un comino lo que pasaba y que sólo prestaba atención al color de los hechos; el Cine – éste – se revelaba como el más inventivo en las conjeturas y hacía siempre una película de la relación entre ambas Artes, o drama, o comedia, en una sucesión imaginaria sin límites y colmada de efectos especiales.
La Física y la Química, viejas amigas de la Matemática, lamentaban con sinceridad la situación delicada de la ciencia de ciencias. La primera, muy dependiente de la Matemática y con la manía de virrey de las ciencias, se mostraba adepta a una solución radical y se valía de las ecuaciones de Newton para abogar el uso de fuerza bruta y colocar a la Música en su debido lugar; la Química, más sentimental, sólo hablaba de feromonas y del poder afrodisíaco de algunas sustancias que, al ser bien combinadas, dan nacimiento al más improbable de los amores, regresando melancólicamente a la época en donde era conocida como Alquimia.
Pero la Arquitectura tenía sus razones. No hacía alarde de ellas, pero sabía, conscientemente, que se tenía que relacionar íntimamente con todas las Artes y Ciencias. Poco le importaban los cuentos o dichos ajenos. Desde Vitrubio, con su tríada, se acostumbró a ser el origen de todas las polémicas y ya nada le importaba.
La Arquitectura sabe, desde siempre, que nada sería sin el rigor de la Matemática, Física y Química en la edificación de sus construcciones; nada sería sin las demás Artes Plásticas en la construcción de formas e imágenes reveladoras de una estética singular y hasta poética.
La organización del espacio y de sus elementos no son obra de apenas un arte o ciencia. Es resultado de la armoniosa contribución de todos estos, en un modo semejante al funcionamiento de una orquesta sinfónica.
Promiscuidad? NO! Apenas Arquitectura.
Fuente: Atelier de Arquitectura Brasi
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